sábado, 25 de enero de 2020

Cuando la pasión y el trabajo se agarran de la mano


Mario García Priego | 20/10/2019

El Muelle Uno está inundado. Pero no es de agua. Es de gente. El agua es vida, pero la gente lo es aún más. “¡Aquí hay de todo!”, exclama con voz trémula una anciana al ver los puestos del Zoco. La cara de asombro de su amiga, visiblemente mayor, lo corrobora. Moverse entre los stands supone una auténtica carrera de obstáculos.
El zoco del Muelle Uno (Málaga)
Más de una veintena de puestecillos se apilan paralelamente a los locales de las franquicias típicas del paseo del muelle. Cada uno vende lo que quiere. Productos de primera línea relacionados con alimentación, artesanía, decoración o moda se vislumbran entre los mostradores. No hay ningún puesto en el que no haya gente mirando. Algunos por interés, otros por mera curiosidad.

Miguel Palomo tiene 46 años y es un vendedor más, pero el suyo es más que un puestecillo. Con unas gafas clásicas y una gorra al más puro estilo Peaky Blinders espera a sus clientes detrás del mostrador. Cualquier aficionado al fútbol inglés de los 90 podría confundirlo con Éric Cantona. Un hombre alto, rudo, con barba, pero que esconde una personalidad muy risueña detrás de sus intimidantes apariencias.

Miguel es un fanático de la ornamentación. Le apasiona. Y he aquí la curiosa y llamativa temática de su stand. Multitud de logotipos vintage se apoyan en hasta seis estantes cuidadosamente ordenados en filas. Una encima de otra. Los logos no son más que placas ornamentales que simulan los iconos de obras maestras del cine y de la televisión, como Friends o Harry Potter. Marcas mundialmente reconocidas como Triumph y Route 66 también tienen su sitio.

Este loco del adorno cuida hasta el más mínimo detalle de los productos que ofrece al siempre difícil y exigente público de Málaga. “Están teniendo bastante aceptación, la gente se acerca mucho y pregunta mucho”, explica Miguel con los ojos llenos de modestia. Su depurado trabajo está dando sus frutos.

“Lo que yo vendo tiene un punto que nos rememora algo. Ornamenta a la vez que te evoca recuerdos”, Miguel no puede ocultar una sonrisa hiperbólica mientras habla de su trabajo. Es un apasionado. Se le nota. Sabe que tiene un don y le está sacando provecho. A él le gustaría que a todos los vendedores les ocurriera lo mismo.

En el puesto de Miguel Palomo no hay colgado un gran cartel con una premeditada denominación. Él se conforma con las telas que ofrece el ayuntamiento.  Miguel es un hombre sencillo. Quizás algo bohemio. Comenta que lee el periódico con asiduidad, aunque siempre que su trabajo se lo permite. Miguel es una persona muy trabajadora. Si los domingos los hizo el Señor para descansar, que baje Dios y lo vea.

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