Mario García Priego |
20/10/2019
El
Muelle Uno está inundado. Pero no es de agua. Es de gente. El agua es vida,
pero la gente lo es aún más. “¡Aquí hay de todo!”, exclama con voz trémula una
anciana al ver los puestos del Zoco. La cara de asombro de su amiga, visiblemente
mayor, lo corrobora. Moverse entre los stands
supone una auténtica carrera de obstáculos.
El zoco del Muelle Uno (Málaga) |
Más
de una veintena de puestecillos se apilan paralelamente a los locales de las
franquicias típicas del paseo del muelle. Cada uno vende lo que quiere.
Productos de primera línea relacionados con alimentación, artesanía, decoración
o moda se vislumbran entre los mostradores. No hay ningún puesto en el que no
haya gente mirando. Algunos por interés, otros por mera curiosidad.
Miguel
Palomo tiene 46 años y es un vendedor más, pero el suyo es más que un
puestecillo. Con unas gafas clásicas y una gorra al más puro estilo Peaky Blinders espera a sus clientes
detrás del mostrador. Cualquier aficionado al fútbol inglés de los 90 podría
confundirlo con Éric Cantona. Un hombre alto, rudo, con barba, pero que esconde
una personalidad muy risueña detrás de sus intimidantes apariencias.
Miguel
es un fanático de la ornamentación. Le apasiona. Y he aquí la curiosa y
llamativa temática de su stand.
Multitud de logotipos vintage se
apoyan en hasta seis estantes cuidadosamente ordenados en filas. Una encima de
otra. Los logos no son más que placas ornamentales que simulan los iconos de
obras maestras del cine y de la televisión, como Friends o Harry Potter.
Marcas mundialmente reconocidas como Triumph
y Route 66 también tienen su sitio.
Este
loco del adorno cuida hasta el más mínimo detalle de los productos que ofrece
al siempre difícil y exigente público de Málaga. “Están teniendo bastante
aceptación, la gente se acerca mucho y pregunta mucho”, explica Miguel con los
ojos llenos de modestia. Su depurado trabajo está dando sus frutos.
“Lo
que yo vendo tiene un punto que nos rememora algo. Ornamenta a la vez que te
evoca recuerdos”, Miguel no puede ocultar una sonrisa hiperbólica mientras
habla de su trabajo. Es un apasionado. Se le nota. Sabe que tiene un don y le
está sacando provecho. A él le gustaría que a todos los vendedores les
ocurriera lo mismo.
En
el puesto de Miguel Palomo no hay colgado un gran cartel con una premeditada
denominación. Él se conforma con las telas que ofrece el ayuntamiento. Miguel es un hombre sencillo. Quizás algo
bohemio. Comenta que lee el periódico con asiduidad, aunque siempre que su
trabajo se lo permite. Miguel es una persona muy trabajadora. Si los domingos
los hizo el Señor para descansar, que baje Dios y lo vea.
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