Mario
García Priego | 24/10/2019
El conejo de Alicia
en el país de las maravillas se equivoca. Los “para siempre”, a veces, no
duran un segundo. A veces duran más. Más de un segundo. Manuel Alcántara
(Málaga, 1928). Una eternidad. Una eternidad parece durar la pausa del café. La
espera se hace larga. Escasea la puntualidad, pero ¿qué importa? Los invitados
esperan sentados en unas sillas blancas cubiertas por una tela. No es una boda.
Pero sí hay algo que celebrar: una vida entre letras.
VII Congreso Internacional de Periodismo "Manuel Alcántara" | F. Griñán (SUR) |
Como si de la línea de ataque del mejor equipo de
fútbol se tratase, los periodistas se colocan en sus asientos. No son la MSN. Son Relaño, Cruz y Rivera. Con una
americana azul marino, al lado de ellos, modera Del Postigo.
— “Hoy hace un día para tener novia formal”
Las palabras de Manolón
resuenan en la sala. Agustín Rivera las reproduce con una sonrisa en la
cara. A Del Postigo, Relaño y Cruz se les contagia. Parece que estuvieran
escuchándolo ahora mismo. La nostalgia está en el aire. Rivera recuerda cuándo
descubrió las crónicas de Alcántara como quien recuerda su primer amor. Él se
enamoró de su crónica literaria, mezclada con un “periodismo urgente”.
Silvia Cruz, como Alcántara, es cronista de boxeo. Y
de flamenco. Su pelo rizado recuerda al del archiconocido “Don” King. Su primera intervención es contundente como
un directo de Mike Tyson: “Es mal periodismo si no soporta el peso de una
hemeroteca”, destaca el otro nivel de lectura que ofrecía El maestro.
—“Me has aplastado, Silvia”
Relaño bromea. El que no se ríe es
porque no está atento. El presidente de Honor de todo un diario As también
admira a Alcántara: “En sus crónicas se
percibe un manejo sobre lo que trata y un perfecto dominio del castellano”. Los
periodistas coinciden por unanimidad en que su estilo no excluye a ningún
lector. Alcántara hoy sería el cronista ideal. Un cronista al que todo el mundo
querría. Pero eso ya lo era en su época.
“En Marca ya era una estrella”, cuentan. Con sus
premios nacionales de periodismo y de literatura se podrían llenar innumerables
vitrinas.
—“Los tenía todos”—, corrobora
Relaño.
El
fichaje de Alcántara por el diario deportivo madrileño se podría comparar con
el de algún famoso futbolista. Y es verdad. Era una estrella. La anécdota de la
escalerilla del avión dejó anonadado al personal. ¿Qué periodista sería
despedido por sus lectores en un aeropuerto hoy en día? Esta imagen fue
portada. Si en la época algunos boxeadores fueron los ídolos de los niños, ¿por
qué no podía serlo hoy Manuel Alcántara? “El talento de Alcántara está hasta en
el pregón de Ronda”. No te olvidan, maestro.
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